Desde aquí ya no es nunca más noche. Desde este silencio simulado, disonante de luminosidad y sediento de formas, aquí donde el ruido es sujeto de bailes, un peatón quiere compartir pensamientos.

Toda la información disponible es insuficiente. Toda la polaridad presentada es previsible. Dentro de algunos versos más, palabras huecas traerán sinónimos de disonancia. Vacío. El sentido perdido dentro del sentido. Veo mis predecesores distanciándose impotentes. Ellos han tomado la forma por el contenido, el medio por el mensaje. Veo mis herederos cavando hoyos de desperdicio. Ellos han levantado desbanderas, pero no se puede levantar desbanderas, sin promocionar desvanes.

Dentro de la ciudad el concreto se parece. A veces más gris, a veces más azul, el frío del cemento se parece. Debajo de las luces indiferentes y anónimas del polígono, un charco de no-lluvia, aguarda el rocío reflejando a las estrellas. Totalmente seguro de su razón de ser, una hoja de periódico insiste en no mojarse, refugiándose entre colmillos y colillas. Siempre muy cerca, colmillos y colillas.

Fuera de la ciudad… no hay un fuera de la ciudad. No hay oscuridad. La oscuridad, símbolo de lo malvado y lo temible, se niega a salvaguardar nuestras reiteradas retinas, ignora nuestro deseo incomunicado de sueño.

Siempre hay que poner con letras grandes el verdadero mensaje. Y esperar que sea comprendido.